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21 cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, de modo que en él había sustento para todos; debajo del cual habitaban los animales del campo y en cuyas ramas las aves del cielo tenían su morada) 22 eres tú mismo, oh rey, que has crecido y te has hecho fuerte. Tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. 23 En cuanto a lo que vio el rey (un vigilante, uno santo, que descendía del cielo y decía: “Derriben el árbol y destrúyanlo; pero dejen el tronco de sus raíces en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales del campo tenga su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos”),

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